
Del laboratorio clandestino directo a tu barrio: más potente que el café mezclado con chícharos
La Habana, versión zombi – Como si no bastaran el apagón, el pan por la libreta y los discursos eternos en la Mesa Redonda, ahora Cuba suma a su menú de catástrofes una nueva versión del “químico”: una droga sintética tan letal que parece formulada por el mismísimo Diablo con doctorado en farmacología clandestina.
Y no lo decimos nosotros, lo dice el propio régimen, que tras años negando el problema como niega los apagones (“no es apagón, es desconexión selectiva energética”), ha tenido que admitir que el “químico” ya no es cosa de rumores, sino una amenaza más adictiva que el picadillo de soya.
🧫 Ingredientes de la casa: fentanilo, formol y anestesia veterinaria
Según peritos del Ministerio del Interior, el producto estrella del mercado subterráneo cubano contiene un cóctel que haría sonrojar a Breaking Bad: fentanilo, formol, benzodiacepinas, anestesia para caballos y, como toque final, un poquito de fenobarbital, que nunca está de más cuando se quiere derretir el cerebro con estilo.
¿Dónde lo encuentras? Fácil. Viene en papelitos impregnados, entre la bisutería barata o incluso camuflado en ramas de orégano. Porque nada dice “yo solo cocino” como un paquete con olor a muerte camuflada.
🚨 Efectos secundarios: delirio, taquicardia y nudismo callejero
La capitana Leidy Laura Aragón, del Laboratorio de Criminalística, explicó que una dosis puede ser hasta 100 veces más potente que el THC de la marihuana. Y no hablamos de risitas flojas ni ataques de hambre: hablamos de psicosis, paranoia, crisis existenciales y gente quitándose la ropa en plena vía pública sin saber por qué.
El 90 % de quienes lo prueban quedan “enganchados” tras la primera dosis, según cifras oficiales. Aunque viendo cómo está el país, hay quien dice que la verdadera droga es pensar que se puede vivir sobrio aquí.
🎭 Testimonios: de la esquina del barrio al infierno químico
Ismael, de 21 años, lo probó “por curiosidad” y terminó vendiendo hasta los cordones de los zapatos.
Javier, de 24, narra cómo el químico lo llevó de tener esposa y trabajo a llorar tirado en el piso mientras su alma hacía check-out.
Y Kenia, de 23, hoy cumple 7 años de prisión tras distribuir papelitos letales creyendo que solo repartía “fiesta”.
Historias de vida… o mejor dicho, historias de destrucción masiva en microdosis.
🧑✈️ El Minint contraataca… a su ritmo habitual
Los operativos policiales han detectado cargamentos de “químico” camuflados en aromáticas y carteras. En Sancti Spíritus, tierra de jubilados tranquilos, atraparon a una joven con 400 dosis entre el orégano, lista para repartir alegría sintética a la juventud.
El teniente coronel Iván Ruiz advierte que el precio bajo (200–300 pesos por dosis) lo hace irresistible para adolescentes. El problema, claro, no es que la juventud esté escapando de la realidad, sino que la realidad da más miedo que el químico mismo.
⚖️ Más años de cárcel que pan por libreta
El fiscal Yoan Leonel Pereira confirmó que las penas van de 4 a 30 años de prisión, dependiendo del papel (literal) que juegues en el proceso. Y si involucras a menores, te llevas combo penal con extra de corrupción de menores.
También se persigue el “consumo compartido”, o sea, el típico “vamos a pegarle entre todos”. Aquí eso cuenta como tráfico, aunque la única aduana que pases sea el portal del solar.
📢 Soluciones: murales de prevención, reuniones con padres y regaños con PowerPoint
El régimen, ante la incapacidad de contener una droga que atraviesa provincias más rápido que el pollo por la aduana, ha optado por reforzar las escuelas con charlas, carteles, y campañas donde “el químico es malo” y “la familia es la base de la sociedad”.
Nada como unos cartelitos en la secundaria para detener una red de distribución nacional.
☠️ El químico llegó para quedarse (y destruir)
La verdadera alarma no es que el régimen lo admita, sino que ya no puede ocultarlo. Esta sustancia, que empezó como “algo que oyeron en la calle”, ya está dentro de barrios, escuelas, fiestas y casas, dejando un rastro de adicción, enfermedad y vacío social. Todo mientras el sistema de salud colapsa y los centros de rehabilitación brillan por su ausencia.
El químico no solo está matando lentamente a los jóvenes, sino que revela lo que muchos sabían: en Cuba, las drogas no entraron por la frontera, entraron por la desesperanza.