Basurero en la Habana (1)

La medicina cubana, esa que durante décadas ha sido bandera de la propaganda oficial como “logro incuestionable del socialismo”, se desploma ante los ojos de todos —y ahora incluso ante los del Partido Comunista. El periódico Escambray, órgano oficial del PCC en Sancti Spíritus, publicó un reportaje que por primera vez pone en blanco y negro lo que millones de cubanos han sufrido durante años: el sistema de salud pública ya no es ni gratuito ni universal, sino un sálvese quien pueda dominado por el mercado negro, los sobreprecios, la escasez y la corrupción.

Según datos recogidos por el medio, un tratamiento de radioterapia contra el cáncer puede costar hasta 70.000 pesos cubanos (aproximadamente 189 dólares al cambio informal), mientras que una prótesis de cadera se cotiza en 60.000 pesos (162 dólares). Una revelación devastadora para un país donde el salario medio ronda los 4.000 pesos mensuales y donde se insiste en que “la salud es un derecho”.

Medicinas que no hay… y que se venden

El artículo de Escambray admite que en Sancti Spíritus falta el 50% de los medicamentos del cuadro básico, una situación que se repite en toda la Isla. Entre los fármacos más escasos —y más buscados— se encuentran antibióticos, analgésicos, antihipertensivos, cremas dermatológicas, esteroides y psicofármacos. Todo esto mientras los pacientes oncológicos, epilépticos y con enfermedades crónicas quedan atrapados en una ruleta rusa de desabastecimiento.

Y cuando se consiguen, no es precisamente en la farmacia estatal. La nota reconoce que muchas personas deben acudir al mercado informal o pedir ayuda a familiares en el extranjero. Pero eso tiene un precio: Amoxicilina en suspensión por 700 pesos, Rosefín por 650, Cefalexina por 550, Levotiroxina Sódica por 750 pesos el frasco… una lista que se extiende con precios “exorbitantes”, como admite el propio medio.

Hospitales vacíos y recetas imposibles

El deterioro no se limita a los medicamentos. Escambray revela que en los hospitales cubanos también faltan jeringuillas, bránulas, bisturíes, catéteres, sondas y reactivos para análisis clínicos. Incluso los productos nacionales escasean. El sistema colapsa desde adentro, mientras los profesionales sanitarios —ya agotados, mal pagados y migrando en masa— piden a los pacientes que traigan desde anestesia hasta suturas si quieren operarse.

El colmo es que, en medio de esta crisis, el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) ha intentado negar necesidades urgentes. Hace solo unas semanas, intentó frenar el viaje del niño Damir Ortiz a Estados Unidos para recibir tratamiento oncológico, alegando que “Cuba tiene todo lo necesario”. La realidad, expuesta incluso por su propia prensa, dice lo contrario.

La medicina ‘por la izquierda’

Aunque Escambray advierte que no puede probarlo, admite que circulan rumores sobre tratamientos clandestinos, pagos en efectivo a médicos y “servicios por la izquierda”. No hace falta investigar mucho para confirmar esos rumores: basta con visitar Revolico.com, el sitio de clasificados más popular de Cuba, donde se ofertan desde exámenes estomatológicos y pruebas de paternidad hasta confección de espejuelos y servicios médicos especializados. Todo lo que debería brindar el sistema público… pero que hoy solo se consigue pagando.

El elefante en la sala

Como es costumbre, el medio atribuye parte de la crisis al embargo estadounidense, pero omite detalles incómodos. Por ejemplo, que en noviembre de 2024, la estatal BioCubaFarma inauguró en China una planta con capital 100% cubano para producir tratamientos contra el cáncer. ¿Cómo es posible que haya inversión para proyectos en el extranjero pero no para abastecer los hospitales nacionales?

De “potencia médica” a potencia de mercado negro

Cuba, otrora vitrina del socialismo médico, se ha transformado en un escenario distópico donde el acceso a la salud depende del dinero, los contactos y la suerte. Donde las recetas se consiguen en redes sociales y las operaciones se programan en función de lo que se pueda comprar en el mercado negro. La publicación de Escambray, aunque evite cuestionar al sistema, deja una evidencia innegable: el mito de la medicina gratuita se ha derrumbado, y ya ni siquiera el Partido puede ocultarlo.

Porque en Cuba, hoy, curarse es un privilegio. Y vivir, un lujo.

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