Sandro castro en el desfile

Cada Primero de Mayo la Plaza de la Revolución se convierte en un escenario cuidadosamente montado para exhibir la “fortaleza” del régimen. Este año, sin embargo, la atracción principal no fueron las banderas, ni los retratos de los próceres, sino un rostro joven, excéntrico y profundamente desconectado de la realidad: Sandro Castro, nieto de Fidel, salió a “animar” el desfile oficialista con su característico estilo de “vampiro fiestero”.

El espectáculo de la “moral revolucionaria”

Bajo el sol de mediodía, entre consignas y pancartas, Sandro se subió a una tarima improvisada y, con esa mezcla de desparpajo y soberbia que lo ha hecho famoso en redes, gritó:

“¡Radio Vampiro transmite! ¡Viva el Primero de Mayo! ¡Aquí está el vampirach con la Cristach!”

Sus sobrenombres, “Radio Vampiro” y “Cristach”, son parte de la mitología urbana habanera: un joven que pasea de noche con autos de lujo y ropa de diseñador, y que de día se autoproclama heredero de la “moral revolucionaria”. La escena rozó el esperpento: mientras la mayoría de los cubanos llega al desfile en guaguas repletas o simplemente no llega por falta de transporte, Sandro hace alarde de sus privilegios y de su derecho a la publicidad política.

Privilegios a la vista

No es un secreto que Sandro disfruta de un estilo de vida inaccesible para el grueso de la población. Sus “rancho” en Siboney, sus fiestas privadas y sus automóviles importados contrastan con las interminables colas por un litro de aceite o un litro de diésel. Ese contraste se hizo palpable cuando, tras sus arengas, el joven se retiró escoltado por varios vehículos oficiales, mientras muchos trabajadores volvían a casa caminando o esperando una guagua que nunca llegó.

La imagen es dolorosa: un heredero del poder político ejerciendo de animador, mientras el cubano de a pie se queda en la acera. La élite blindada muestra su continuidad: no importa cuán frívolo o excéntrico sea el heredero, su puesto en la “fachada revolucionaria” está garantizado de por vida.

Redes sociales versus realidad nacional

En Instagram y TikTok, Sandro acumula likes por su actitud rebelde: selfies con filtro nocturno, historias de fiestas en yate y comentarios de seguidores que aplauden su desenfado. Pero fuera de la pantalla, la realidad es otra. Usuarios anónimos comentan con sarcasmo:

  • “¡Mira, el vampiro vino a chupar el combustible del desfile, no el de las guaguas!”
  • “Él transmite ‘Radio Vampiro’, nosotros transmitimos alertas de apagón.”
  • “De noche vive como millonario; de día cobra un sueldo que no le alcanza ni para el almendrón.”

Esa brecha entre “mundo Sandro” y “mundo real” es la mejor radiografía de la Cuba actual: un país de dos velocidades, donde unos pocos circulan en autos importados y el resto ni siquiera puede garantizar el pan diario.

La continuidad hereditaria del poder

La presencia de Sandro Castro en la tarima oficial no es casualidad. Es un mensaje: la revolución se hereda, no se cuestiona. Los hijos, nietos y parientes de la cúpula política están destinados a ocupar un lugar visible, por muy extravagante que sea su comportamiento. Son la fachada joven de un régimen que necesita demostrar “renovación” y “vitalidad”, aunque esa juventud esté desconectada de las carencias que viven sus conciudadanos.

Mientras tanto, hospitales sin medicinas, escuelas sin ventiladores y barrios a oscuras siguen siendo la norma. El discurso oficial habla de “unidad” y “compromiso revolucionario”; la práctica diaria muestra un divorcio total entre la retórica y la realidad.

Este Primero de Mayo, la función principal la protagonizó un joven con camiseta de diseñador y apodos de ultratumba. A su alrededor, una multitud obligada a desfilar, obligada a aplaudir, obligada a creer en un espectáculo que no mejora su vida. El régimen monta su circo, con su animador de lujo y su escenografía de cartón. El pueblo, en cambio, vive la tragedia cotidiana de un país sin combustible, sin luz y sin esperanza.

El Cubano Rebelde seguirá contando ambos actos: el del circo oficial y el de la multitud real, esa que resiste con ingenio y que conoce muy bien quiénes son los verdaderos privilegiados.
NOTA: Foto de cabecera tomada de @LaTijera

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