
Cuba amaneció este Primero de Mayo con un calor agobiante y, como de costumbre, sin electricidad. Mientras en la Plaza de la Revolución unos desfilan con pancartas y consignas que muy pocos creen, el resto del país vive sumido en un apagón interminable. Es la paradoja de una isla cuya banda sonora oficial es un himno, mientras en las casas suena el zumbido de los ventiladores detenidos y el quejido del arroz que no se cuece.
El apagón del día a día
Ayer, la corriente se fue prácticamente todo el día. La afectación máxima registrada fue de 1 587 MW a las 8:20 p. m., justo en la franja en que muchos cubanos intentaban ver si al menos el arroz había terminado de cocinarse.
Hoy, el pronóstico no es más alentador. Durante las horas de sol, funcionaremos “a vela mojada”: con parpadeos aislados de luz que apenas alcanzan para cargar un móvil o hervir un poco de agua.
Los parques solares, presentados con bombos y platillos como la gran solución, produjeron 940 MWh en la última jornada. Una cifra que suena bien… si se tratara de alimentar solo a un edificio. Pero ante una demanda diaria que bordea los 3 150 MW, esos megavatios solares apenas son una gota en el océano de oscuridad.
Plantas fuera de servicio: casi todas
El drama eléctrico se redondea con el estado de las termoeléctricas:
- Avería: 6 unidades de Renté y 2 de Felton sin funcionar.
- Mantenimiento: 2 unidades de Santa Cruz, las unidades 3 y 4 de Cienfuegos, y la unidad 5 de Renté.
- Milagro: ninguna planta opera a plena capacidad.
A este panorama se suman 399 MW perdidos por problemas térmicos (el calor literalmente derrite los sistemas) y 558 MW por falta de combustible. El combustible, de hecho, escasea tanto que no alcanza ni para el mechero de la cocina.
Para el pico de demanda de hoy, se espera que entre la unidad 6 de Renté con un aporte modesto de 50 MW. Pero la brecha será enorme: la demanda ronda los 3 150 MW y la oferta apenas llegará a 2 035 MW, con un déficit estimado de 1 115 MW. En la práctica, eso se traduce en cortes prolongados que pueden superar las 12 o 14 horas diarias en muchas zonas.
Marchas y apagones: prioridades encontradas
Mientras los dirigentes movilizan guaguas, gasolina y personal para garantizar la foto del desfile, el cubano común permanece en las paradas, buscando cómo regresar a su barrio sin transporte ni luz. Se gasta energía pública en organizar un espectáculo político, pero se niega la energía eléctrica a quienes sostienen el país con su trabajo silencioso.
El himno oficial resuena en altavoces; el murmullo de los ciudadanos desesperados por un ventilador en funcionamiento es silenciado por el estruendo de consignas. La “prioridad revolucionaria” se demuestra con reflectores en la Plaza y oscuridad en las viviendas.
En una nación donde los apagones ya no son noticia, sino rutina, la mismísima gestión de la crisis se convierte en un acto teatral. Los ciudadanos aprendieron a medir el tiempo en ciclos de corte y restablecimiento: más apagones, más calor, más frustración.
La verdadera pregunta no es “qué vendrá después del Primero de Mayo”, sino cuándo dejará de ser una anomalía que el pueblo viva a oscuras mientras el circo político brilla bajo focos prestados. Porque si la revolución necesita energía para sus actos, el pueblo exige el mismo derecho: la corriente como servicio esencial, no como privilegio selectivo.
El Cubano Rebelde seguirá encendiendo la luz de la información, aunque sea con la pantalla del celular, hasta que cada hogar recupere lo básico: electricidad, dignidad y un futuro más brillante.