
En la política estadounidense, donde la retórica se mezcla con el espectáculo y la ideología con el absurdo, Donald Trump ha vuelto a dar una clase magistral de cómo convertir una propuesta migratoria en un sketch de comedia involuntaria. Esta vez, la estrella del show es su nuevo plan: pagar $1,000 dólares a cada inmigrante indocumentado que decida autodeportarse voluntariamente. No es broma. Es el “Plan Lárguese Premium”.
Durante un mitin reciente, rodeado del fervor patriótico que caracteriza a sus eventos —con banderas ondeando, gorras rojas brillando y promesas de muros flotando en el aire— Trump lanzó la propuesta con la misma solemnidad con la que se anuncia una oferta de Black Friday: “Queremos que se vayan, pero con estilo”. Un “mejor que Spirit Airlines”, dijo entre risas, como si la crueldad institucional necesitara una capa de comedia para ser más digerible.
Y así, entre amenazas de cárcel para sus adversarios políticos y su eterna obsesión por los migrantes, Trump presentó un plan que es mitad soborno, mitad reality show y completamente una sátira involuntaria del sistema migratorio estadounidense. El “Plan Lárguese Premium” suena como el nombre de una promoción de tarjeta de crédito, pero en realidad es el intento más reciente por vestir con traje y corbata una política de exclusión.
Soborno con factura
Según explicó el expresidente, la propuesta busca incentivar la “salida voluntaria” de inmigrantes indocumentados mediante el pago de mil dólares. Un premio de consolación por haberse atrevido a vivir en el país equivocado. Como quien da un bono por buena conducta antes de la expulsión.
La idea, desde luego, ha sido recibida con escepticismo y burlas. Un analista migratorio, que pidió no ser identificado por razones obvias, lo resumió de forma cruda: “Es como decir: te pago por largarte antes de que te echemos con menos cariño”.
Lo curioso es que esta mezcla de sarcasmo y pragmatismo no ha pasado desapercibida entre los propios inmigrantes. Algunos se lo toman con humor. Otros hacen cálculos mentales. Un hondureño ironizó: “¿Mil dólares? Eso no paga ni la mitad de lo que le di al coyote”. Otro fue más creativo: “¿Y si me voy, cobro, y me vuelvo a meter? ¡Negocio redondo!”. Porque si algo ha demostrado la migración latinoamericana, es su capacidad para sobrevivir incluso al absurdo.
El negocio de deportarse uno mismo
La propuesta, que aún no es ley ni política oficial, ya ha empezado a generar reacciones incluso más allá de las fronteras. En Cuba, por ejemplo, donde el ingenio popular va siempre un paso adelante, ya se rumora que hay gente haciendo cola en la embajada de EE. UU., pero no para pedir visa, sino para averiguar si también pueden optar por el bono aunque todavía no hayan pisado suelo estadounidense.
Esta paradoja ilustra perfectamente lo que representa el plan: una medida pensada no tanto para resolver la situación migratoria, sino para alimentar una narrativa populista que convierte al migrante en villano, y al que lo expulsa, en héroe generoso. Una distorsión de la realidad que resulta eficaz entre quienes aplauden cada vez que Trump promete “limpiar” el país, sin detenerse a pensar en quién cosecha su comida, limpia sus hoteles o cuida a sus niños.
El arte de gobernar con eslóganes
En el fondo, el “Plan Lárguese Premium” es una metáfora perfecta del estilo Trump: simplista, mediático, sin sustento legal claro, pero con un titular lo suficientemente provocador como para inundar las redes. No busca soluciones, busca aplausos. Y en una campaña presidencial, eso suele bastar.
En un país donde los problemas reales —como la explotación laboral, la falta de vías legales para la migración o el racismo estructural— requieren soluciones complejas, Trump prefiere el camino fácil: hacer que el inmigrante parezca culpable por existir y vender la idea de que el país mejorará en cuanto desaparezcan.
Y si para eso hay que ofrecer mil dólares y una palmadita en la espalda, pues se imprime el cheque. Total, es más barato que ofrecer ciudadanía.
La política migratoria en Estados Unidos ha sido durante décadas un campo minado de discursos contradictorios, promesas incumplidas y soluciones parche. Lo que diferencia a Trump es que ha convertido ese campo minado en un escenario de espectáculo donde el migrante es protagonista involuntario.
El “Plan Lárguese Premium” puede parecer un chiste, pero detrás de la risa se esconde una visión del mundo en la que la dignidad humana tiene precio… y es bastante bajo.
Por si acaso, revise su pasaporte, prepare la mochila y practique cómo decir “gracias por el cheque” en inglés. Porque si algo nos ha enseñado la historia reciente es que en la América trumpista, cualquier disparate puede convertirse en política oficial.