
La Habana – Lo que alguna vez fue uno de los centros científicos y recreativos más emblemáticos de Cuba, el Acuario Nacional, hoy parece más bien el escenario abandonado de una película postapocalíptica bajo el mar.
Las imágenes que circulan recientemente en redes sociales muestran techos deteriorados, estructuras corroídas, tanques sucios y zonas clausuradas. Los peces, pobres criaturas, nadan entre escombros como si fueran parte de una exposición sobre el desastre tropical permanente. Es un retrato doloroso de lo que pasa cuando una institución que debía ser orgullo de la nación se convierte en símbolo del abandono.
Una ruina bajo el mar, pero en superficie
Visitantes y extrabajadores coinciden: el Acuario se está cayendo a pedazos, literalmente. La falta de mantenimiento, la escasez de recursos y el olvido institucional han dejado en ruinas un espacio que en otro tiempo albergaba espectáculos, investigación marina y hasta delfines sonrientes, que ahora, nadie sabe si están en huelga o sumidos en una depresión acuática.
Una madre habanera, tras visitar recientemente el recinto, lo resumía con tristeza: “Lo que hay es abandono, moho y tristeza. Es un lugar que marcó la infancia de muchos cubanos, y ahora da pena.” Esa frase encapsula no solo el estado del Acuario, sino lo que muchos sienten al ver cómo el deterioro avanza en espacios que alguna vez fueron símbolo de orgullo y modernidad.
Servicios que no están ni en el fondo
El problema no es solo estético. Además del evidente deterioro físico, los servicios al público son mínimos o simplemente inexistentes. Muchos espacios están cerrados; lo que alguna vez fueron áreas verdes parecen ahora parte de un documental sobre selva salvaje. El personal —lo poco que queda— sobrevive más por voluntad que por condiciones reales de trabajo.
Las quejas no han tardado en hacerse oír. En redes sociales, los comentarios se multiplican: desde quienes evocan la nostalgia de sus visitas en la infancia hasta quienes expresan rabia ante la desidia. “¿Dónde están los millones para mantener esto?”, preguntaba un usuario en un hilo de comentarios. “Otro símbolo más de lo que fue y ya no es”, lamentaba otro. Y no faltaron quienes lanzaron la súplica más directa: “Que alguien rescate a los peces, por favor.”
Una herida para la ciencia y la cultura
No estamos hablando solo de un parque de entretenimiento. El Acuario Nacional fue concebido como un centro de investigación marina, educación ambiental y preservación de especies. En sus mejores años, organizaba actividades científicas, recibía a escolares, ofrecía espectáculos con delfines y contribuía a los estudios marinos de la región.
Hoy, ver su estado es como asistir a la lenta desaparición de una institución que formaba parte del imaginario colectivo cubano. La tristeza de quienes lo recuerdan vibrante contrasta con la indiferencia de las autoridades, que parecen haber dejado al Acuario a su suerte, sin presupuesto ni plan de rescate.
¿Y ahora qué?
Ante este panorama, la ciudadanía pide a gritos acciones concretas. No hace falta una remodelación millonaria ni un megaproyecto internacional. Hace falta voluntad política, transparencia en la gestión y, sobre todo, un mínimo de respeto por la cultura, la ciencia y la memoria colectiva.
Recuperar el Acuario Nacional no es solo salvar un sitio turístico. Es proteger un pedazo de historia, de conocimiento, de identidad. Es garantizar que las generaciones futuras puedan aprender sobre la vida marina, disfrutar de un espacio público digno y sentirse orgullosas de algo que les pertenece.
Que no se hunda también la memoria
Porque si hasta los peces están perdiendo la esperanza, imagínese el resto del país.
Cubano Rebelde seguirá informando, con o sin escamas, porque cada vez que una institución como el Acuario se hunde, no se va sola: arrastra consigo una parte de lo que fuimos, de lo que somos y, quizás, de lo que podríamos volver a ser.
Es tiempo de que alguien escuche. Es tiempo de actuar. Porque si no, pronto ya no quedará ni el recuerdo del rugido del mar, solo el eco vacío de lo que dejamos hundirse.