
Un parto que nunca debió ser una sentencia
Midalki Cedeño Aguilar, una adolescente cubana de solo 15 años, ingresó al Hospital Carlos Manuel de Céspedes el pasado 26 de abril con la ilusión de dar a luz a su primer hijo. Ese momento que debía estar lleno de esperanza y alegría pronto se transformó en una cadena interminable de sufrimiento, marcada por la negligencia médica y el abandono institucional que caracteriza al sistema de salud cubano.
Aquel día, Midalki rompió fuente en la mañana y fue obligada a esperar hasta las 7:00 pm para ser llevada al quirófano. Durante esas horas críticas presentó picos de hipertensión y sangrados severos, llegando a necesitar tres transfusiones de sangre. Su médico había dejado clara la recomendación: el parto debía realizarse por cesárea. Sin embargo, como tantas otras veces en Cuba, las advertencias médicas fueron ignoradas, víctimas de un sistema que, entre falta de insumos y protocolos laxos, sigue jugando a la ruleta rusa con la vida de sus pacientes.
De madre joven a paciente de alto riesgo
Contra todo pronóstico, Midalki logró tener a su bebé y compartir con él sus primeros tres días. Pero la tregua fue breve. Al segundo día, comenzó a presentar fiebres altas, obligando al equipo médico a realizarle nuevas transfusiones. El 30 de abril, apenas cuatro días después del parto, fue sometida a un “raspado” en quirófano, del cual salió aparentemente estabilizada.
Pero el peligro seguía acechando. El 3 de mayo, apenas tres días después de la segunda cirugía, fue llevada nuevamente al quirófano, donde los médicos descubrieron lo que tanto temía su familia: una infección uterina severa, provocada por las pésimas condiciones higiénicas del hospital. Sin otra opción, se le practicó una histerectomía radical, extirpándole el útero y las trompas.
Una niña de 15 años, condenada de por vida a no poder volver a ser madre.
Un calvario que no termina
El drama no se detuvo ahí. El 6 de mayo, Midalki volvió a ser intervenida quirúrgicamente para reabrirle la herida y realizar nuevas limpiezas. Desde entonces, ha sufrido fiebres intermitentes, producto de una bacteria hospitalaria adquirida en los mismos quirófanos que deberían haberle salvado la vida. Hoy, 9 de mayo, ha sido ingresada de nuevo para limpieza de la herida, y mañana enfrentará otra cirugía, porque la herida sigue sin cerrar.
Todo esto, vale la pena repetirlo, no por una enfermedad rara ni por un accidente imposible de prever, sino por negligencia médica, por falta de higiene, por escasez de insumos estériles, por un sistema podrido que sigue poniendo en riesgo la vida de los cubanos más vulnerables.
¿Quién responde por Midalki?
La familia de Midalki y quienes conocen su historia señalan directamente a la dirección del Hospital Carlos Manuel de Céspedes, encabezada por Adonis Frómeta Guerra. Pero más allá de los nombres individuales, hay un problema estructural: un sistema de salud que insiste en venderse al mundo como “potencia médica” mientras dentro de sus muros reina la precariedad, el abandono y la desidia.
Cada historia como la de Midalki nos recuerda que bajo los discursos oficiales se oculta una realidad cruda: vidas jóvenes, muchas veces mujeres, sacrificadas en hospitales donde no hay ni lo más básico para garantizar una atención segura.
La doble cara del milagro cubano
Mientras el gobierno celebra cifras y presume logros en congresos internacionales, la gente común enfrenta salas sucias, falta de medicamentos, equipos rotos y personal médico que, aunque muchas veces lucha contra la adversidad, termina atado de manos por un sistema que no le da herramientas.
Midalki no es una excepción. Es la regla no escrita de un sistema que cada día suma víctimas silenciosas. Su caso es un espejo doloroso de cómo el abandono institucional rompe vidas antes siquiera de que puedan empezar.
Justicia para Midalki y para todas las víctimas olvidadas
Hoy, Midalki sigue luchando por sobrevivir física y emocionalmente. Su bebé, afortunadamente, se encuentra bien de salud, pero ¿a qué costo? Una adolescente marcada de por vida, privada de su capacidad de ser madre, con un cuerpo lleno de cicatrices y un alma herida por un trauma que no debió existir.
Exigimos una investigación inmediata, responsabilidades claras y acciones concretas. Porque este no es un caso aislado. Es el resultado de años de desmantelamiento del sistema de salud, de indiferencia institucional, de una cadena de negligencias que sigue sumando nombres a su lista.
Hoy es Midalki. Mañana, si no se hace nada, será otra niña, otra madre, otro rostro perdido en las estadísticas.
¡Exigimos justicia para Midalki Cedeño y para todas las víctimas del abandono médico en Cuba! Porque cada vida cuenta. Porque cada silencio mata. Porque no podemos permitir que sigan sacrificando a los más inocentes mientras sostienen un relato oficial lleno de mentiras.