Muerte de Raul (1)

Este sábado falleció en Sancti Spíritus Raúl Inocente García Álvarez, conocido como Garal, un fotógrafo y periodista cubano que dedicó su vida profesional a ser el ojo del régimen. A los 81 años, Garal deja tras de sí una obra marcada no solo por la imagen, sino por su compromiso inquebrantable con el discurso oficial.

Fundador del periódico Escambray, García Álvarez comenzó su carrera en la prensa oficialista cubana tras estudiar Filología en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas. Desde allí, su trayectoria lo llevó a desempeñarse como corresponsal en países donde el régimen necesitaba reforzar sus alianzas estratégicas: Corea del Norte, Nicaragua y México.

El lente del poder

Pero Garal no solo fue un periodista más. En un contexto donde la prensa independiente era inexistente y la propaganda estatal imperaba, su trabajo se convirtió en una herramienta para consolidar la narrativa oficial. Durante su paso por Prensa Latina, fue enviado a cubrir misiones internacionales, incluyendo su presencia en Corea del Norte bajo el mandato de Kim Il Sung.

En ese escenario, Garal no solo retrataba, sino que también actuaba como un enlace entre dos regímenes que compartían una misma agenda: difundir la imagen de líderes fuertes y omnipresentes. Las fotografías que envió desde Pyongyang no solo mostraban los eventos protocolarios, sino que reforzaban un mensaje: la lealtad absoluta a los líderes.

El fotógrafo del Partido Comunista

En el ámbito nacional, Garal fue un rostro visible y, a la vez, un agente silencioso. Mientras capturaba imágenes para medios oficiales, también cumplía una función dentro de la estructura del Partido Comunista de Cuba (PCC) y los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Estos organismos, creados para consolidar el control social y la censura, encontraron en Garal un colaborador dispuesto a documentar tanto los logros oficiales como las represalias contra los disidentes.

De hecho, la página independiente Periodismo Cubano lo señala como un agente activo de la Seguridad del Estado. Según este medio, Garal no solo cubría eventos, sino que utilizaba su posición para monitorear a potenciales opositores, disfrazando de fotografía lo que en realidad era un ejercicio de vigilancia estatal.

La propaganda como legado

Durante su carrera, Garal recibió múltiples reconocimientos por su “aporte a la Revolución cubana”, un eufemismo que, en su caso, significaba haber cumplido con creces su misión de captar imágenes acordes al discurso oficial. Desde las misiones internacionalistas en Angola hasta las celebraciones del 26 de Julio, sus fotos eran seleccionadas minuciosamente para mostrar al mundo una versión controlada y editada de la realidad cubana.

El fallecimiento de Garal cierra un ciclo en el que el periodismo oficialista cubano deja claro que, para ellos, la fotografía no es solo una captura del momento, sino una herramienta para perpetuar un discurso, una narrativa y un control social que trasciende fronteras.

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