
La lluvia llegó a Ciego de Ávila como ese cuñado entusiasta que aparece sin avisar en la fiesta: todos lo miran, algunos aplauden, otros rezan para que no dure mucho. Después de meses de sequía que hicieron crujir la tierra y las esperanzas, el cielo por fin escupió un diluvio… y de paso, desencadenó un espectáculo acuático de proporciones épicas.
El gran estreno del período lluvioso
Este sábado, con puntualidad casi británica, arrancó la temporada de precipitaciones en la provincia central. El Centro Meteorológico Provincial (CMP) celebró el evento como un triunfo de la ciencia: “¡Lluvias intensas con tormentas eléctricas!”, anunciaron en su Facebook, sin aclarar que el verdadero show se montó en las calles. El Algarrobo, esa zona baja con fama de modesta, pasó de barrio urbano a Venecia tropical en cuestión de minutos.
Vecinos atónitos vieron cómo sus patios se convertían en espejos líquidos. El agua no pidió permiso: subió por las aceras, invadió entradas de viviendas y arrastró, entre remolinos improvisados, sillas de plástico, tapas de alcantarilla y alguna que otra chancla despistada.
Alcantarillas en huelga: la causa de todos los males
Si las alcantarillas hablaran, hoy tendríamos un bestseller: “Memorias de una tapa colapsada”. El problema estructural no es novedad: basura acumulada, raíces intrusas de árboles vecinos y, quizá, algún que otro deseo de revolución subterránea. El resultado fue que, al primer aguacero, las alcantarillas dijeron “hasta aquí llegamos” y cedieron el paso a un desfile de agua sucia que recordó a los antiguos caminos fluviales.
Los comentarios en redes no se hicieron esperar. Un usuario ironizó: “Lo bueno es que ya no necesito regar el jardín; la naturaleza se encarga gratis”. Otro, con tono más dramático, confesó que tuvo que improvisar un kayak con la tabla de planchar.
El poder dual: inundaciones y apagones
Pero la lluvia no vino sola. La tormenta eléctrica que la acompañó demostró que el planeta no cree en medias tintas. Relámpagos que iluminaban el cielo como un concierto de fuegos artificiales y truenos que retumbaban en el alma. Y cuando la gente más los necesitaba, la red eléctrica local se unió al festejo: ¡corte de luz generalizado!
En Ciego de Ávila, ahora contamos con un paquete “todo incluido”: spa acuático en tu entrada y blackout romántico en tu sala. Velas, linternas y faroles se convirtieron en los nuevos accesorios de moda. Algunos vecinos aprovecharon para afirmar que, tras la lluvia, la oscuridad les recuerda que la modernidad es un lujo frágil.
Testimonios desde el corazón del charco
“Salí a comprar pan y terminé nadando hasta la tienda. El dependiente me ofreció un salvavidas antes que la bolsita de pan”, relató entre risas Doña Marisela, residente de El Algarrobo.
“Pensé que era el Fin del Mundo, pero era solo mi sala inundada. Ahora organizamos fiestas acuáticas los domingos”, comentó un joven influencer local, quien aprovechó la situación para hacer un en vivo con flotadores y música de fiesta.
Estos testimonios, recogidos desde el agua, evidencian la capacidad de los avileños para convertir un desastre en oportunidad de entretenimiento.
Lecciones de ingeniería inversa
¿Qué nos enseñan estos eventos? Primero, que diseñar una ciudad sin considerar el drenaje es como construir un barco sin timón: navegarás a la deriva. Segundo, que la basura no desaparece por arte de magia; termina obstruyendo tuberías y provocando mini-Titánics urbanos. Y tercero, que la infraestructura eléctrica está tan preparada para la tormenta como un paraguas de papel.
Las autoridades podrán prometer mejoras, pero mientras tanto, los residentes ya idean soluciones caseras: bombas de agua artesanales, sacos de arena personalizados y hasta “brigadas acuáticas” de vecinos que con tablas y cubetas desvían corrientes.
Apagones: la otra cara del espectáculo
Cuando el cielo tronó, la luz se fue. Y con ella se fue el Wi‑Fi, los ventiladores y la nevera —donde, por cierto, nadan ahora algunos cubitos de hielo derretido. La velada familiar pasó de ver televisión a compartir historias a la luz de una vela. Un retorno nostálgico a épocas sin tecnología, cortesía de una tormenta feroz.
El futuro: ¿ciudad flotante o Patito Feo?
La temporada de lluvias apenas comienza y promete extenderse hasta octubre. Si no reforzamos drenajes y transformamos la red eléctrica, Ciego de Ávila corre el riesgo de convertirse en la próxima gran atracción turística para amantes del ecoturismo extremo: “Visite la ciudad-lago y experimente el apagón inmersivo”.
Pero no todo es humor negro. Estas inundaciones también traen alivio tras la severa sequía. El suelo absorbe el agua, los campos reviven y la esperanza de cosechas futuras renace. Es el yin y yang climático: destrucción y renovación de la mano.