Diaz canel va a San Peterburgo

El presidente Miguel Díaz-Canel ha vuelto a hacer las maletas. Esta vez, el destino es Rusia, pero el objetivo no es simplemente político: se trata de establecer una conexión aérea directa entre La Habana y San Petersburgo. Sí, mientras medio país sueña con un vuelo (o una guagua) que llegue a tiempo a Pinar del Río, el mandatario mira al norte… bien al norte.

En el marco de lo que muchos llaman en voz baja el búscate-un-socio-tour 2025, Díaz-Canel continúa su periplo internacional en busca de algo más que palmaditas diplomáticas: una línea de salvamento, disfrazada de convenio turístico. Porque si no llegan inversiones, al menos que lleguen turistas. O cargamentos.

Turismo de sobrevivencia

La estrategia oficial plantea fomentar el intercambio turístico y cultural entre ambos pueblos. Traducido al idioma real: los rusos buscan sol, ron y reguetón, y los cubanos… bueno, lo que llegue: desde medicinas y piezas de Lada hasta algún rollo de papel sanitario que cruce la aduana sin contratiempos.

La Habana, con su mezcla de decadencia pintoresca y resiliencia estética, se vende como un destino exótico. Y en sentido inverso, algunos cubanos sueñan con poner un pie en Nevsky Prospekt, aunque sea vía Google Maps. La realidad, sin embargo, nos recuerda que ese intercambio no será de igual a igual: mientras ellos llegan de vacaciones, nosotros seguimos esperando la corriente eléctrica para encender el ventilador.

Vuelo 001: Operación Kremlin-Caribe

Los rumores —alimentados por redes sociales, portales afines y la omnipresente tía que trabaja en el aeropuerto— apuntan a que los vuelos no solo traerán turistas. También se espera que lleguen medicamentos, repuestos, alimentos y otros productos que, para muchos cubanos, ya son casi míticos.

De concretarse, el puente aéreo unirá dos realidades extremas: el frío siberiano y el calor interminable de la isla, con escalas simbólicas en la escasez y la incertidumbre. ¿Detalles técnicos? Se está discutiendo todo: desde el menú a bordo (vodka con guarapo, ensalada Olivier con yuca) hasta si será necesario instalar aire acondicionado o simplemente abrir las ventanillas al despegar de Moscú.

¿Y los vuelos nacionales, presidente?

Mientras las conversaciones se centran en tender puentes con Europa del Este, muchos en la isla no pueden evitar preguntarse por las rutas más urgentes: los vuelos que conecten provincias entre sí, o los transportes internos que no se cancelen por “falta de condiciones técnicas”.

“¿Vuelos a San Petersburgo? Qué bien. Pero aquí en Camagüey llevamos tres días esperando una guagua que nunca llega”, comenta un usuario en redes sociales. La ironía es inevitable: la nación que no puede garantizar transporte regular entre sus propias regiones, ahora quiere extender su alcance hasta el Báltico.

La amistad según el precio del petróleo

Díaz-Canel ha asegurado que este nuevo vínculo fortalecerá la hermandad entre Cuba y Rusia. Y es cierto, al menos en lo simbólico. Pero en la práctica, la amistad internacional parece tan volátil como el precio del combustible. Hoy hay vuelos; mañana, tal vez, otra crisis logística o un cambio de prioridades.

A fin de cuentas, los acuerdos diplomáticos no siempre aterrizan con la precisión de un Boeing. Algunos se quedan en la pista. Otros, simplemente, no despegan.

¿Una buena noticia o solo turbulencia?

En una isla donde las buenas noticias llegan con cuentagotas —y casi siempre acompañadas de letra pequeña—, la promesa de una conexión directa con Rusia suena atractiva. Pero también suena lejana. Porque en el fondo, lo que espera el pueblo no es precisamente un vuelo a San Petersburgo, sino algo mucho más básico: un poco de estabilidad, un poco de esperanza… y, por qué no, un litro de aceite sin tener que hacer cola desde la madrugada.

Por ahora, seguimos mirando al cielo. No para ver pasar los aviones, sino por si cae algo que alivie, al menos por un rato, el peso de vivir con la incertidumbre como rutina diaria.

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