
n un gesto poco convencional, Mike Hammer, nuevo Jefe de la Misión de Estados Unidos en Cuba, ha anunciado su voluntad de dialogar directamente con “el pueblo de a pie”. Olvídense de citas formales con la élite política o encuentros tras puertas cerradas: Hammer quiere escuchar las historias de colas, apagones, y las épicas peripecias diarias para conseguir lo más básico, como un cartón de huevos o unos minutos de conexión Nauta Hogar.
Un diplomático entre guayaberas y baches
Vestido con una guayabera clara y un semblante relajado, Hammer declaró:
“Queremos interactuar directamente con los cubanos de a pie. Venimos a oír sus inquietudes, sus necesidades y sus penas.”
La imagen rompe el molde tradicional. No es el funcionario distante que habla desde la nube de privilegios, sino alguien dispuesto a bajar del yipi —ese todoterreno diplomático— y recorrer calles llenas de baches, colas y carteles de “Se vende pollo” para conversar sin intermediarios.
Reacciones en la calle y en el poder
- Ciudadanos curiosos: algunos bromean pidiendo un café o ayuda para cargar el módem Nauta. Otros preparan sus propios reclamos: mejor transporte, mejores hospitales, fin de los apagones.
- Temor latente: muchos prefieren susurrar sus quejas, recordando que “las paredes no solo oyen, también chivatean”.
- La cúpula oficial: en los despachos del Comité Central reina el desconcierto. Hay quienes califican la iniciativa como “maniobra subversiva” y barajan la reactivación de actos de repudio exprés para ahuyentar cualquier intento de diálogo directo.
¿Subversión o ventana de libertad?
La misión de EE.UU. presenta esta apertura como un apoyo a la libertad de expresión y los derechos humanos en la isla. Invitar al ciudadano común a hablar sin filtros suena a contrapeso frente al férreo control informativo del Estado. Para muchos cubanos, es una oportunidad inédita: un diplomático que pregunta por el precio de los huevos en lugar de imponer consignas.