
En la mayoría de los países, el Día de las Madres es una ocasión para celebrar con flores, una comida especial o, al menos, un gesto sincero de reconocimiento hacia quienes sostienen con amor y esfuerzo la estructura emocional de las familias. En Cuba, sin embargo, el régimen ha decidido que el mejor homenaje posible este año es la eventual reparación —una vez más— de la Central Termoeléctrica Antonio Guiteras, símbolo desgastado de un sistema energético tan inestable como el propio discurso oficial.
No es una planta nueva, ni una modernización profunda, ni una solución duradera al calvario eléctrico que sufre la población. Es simplemente una reparación, temporal y rutinaria, que se anuncia como hazaña heroica, como si se tratara del descubrimiento de la penicilina. Todo ello, claro, envuelto en una retórica que intenta hacer pasar esta medida por un regalo conmovedor, casi maternal, de un Estado que más parece un padre ausente que un proveedor confiable.
Una planta con más salidas que entradas
La Central Termoeléctrica Antonio Guiteras ha sido, durante años, una de las protagonistas de la tragicomedia energética nacional. Entra al sistema eléctrico con bombos y platillos, y sale sin previo aviso, dejando en penumbras a millones. Su inestabilidad se ha convertido en rutina; su sincronización, en milagro. Aun así, cada vez que “vuelve”, el aparato propagandístico la recibe como si regresara un héroe de guerra. Ahora, esa vuelta coincide —¡oh, coincidencia providencial!— con el Día de las Madres.
¿Y cuál es la narrativa oficial? Trabajadores abnegados, enfrentando altas temperaturas sin aire acondicionado, han sacrificado todo para que la Guiteras pueda aportar unos megavatios más al Sistema Electroenergético Nacional (SEN). El objetivo: que el segundo domingo de mayo no nos sorprenda a oscuras. Una promesa que, como tantas otras, flota más en la intención que en la realidad.
La fiesta del humo
Lo más desconcertante no es la reparación en sí, sino la interpretación que se hace de ella. Como si este “logro” fuera digno de celebración nacional, titulares, reconocimientos y hasta lágrimas. No se habla de soluciones estructurales, inversiones reales o autonomía energética. No. Se festeja que, por unos días, tal vez tengamos corriente estable. Y eso, en la lógica del poder, basta para ser considerado un homenaje a las madres cubanas.
Pero, si rascamos un poco la superficie, este gesto es una metáfora cruel del país en que vivimos: donde lo básico se vuelve extraordinario, y lo urgente se posterga tras discursos vacíos. Donde el humo de la chimenea de una central reparada es más visible que el humo metafórico de las promesas quemadas que el pueblo ya no se molesta en inhalar.
Las verdaderas heroínas
Mientras tanto, en cada hogar, las verdaderas heroínas —las madres cubanas— enfrentan cada día sin aplausos ni titulares. Cocinan con una sola hornilla eléctrica que amenaza con apagarse sin previo aviso. Estiran una libra de arroz como quien hace magia. Organizan almuerzos familiares sin saber si el ventilador podrá girar o si el televisor aguantará hasta el final de la novela.
Ellas no necesitan una Guiteras resucitada. Necesitan certezas. Necesitan saber que podrán cocinar, dormir y vivir sin la angustia permanente del “se fue la luz”. Necesitan respeto. Y necesitan un país que les devuelva más que un apagón disfrazado de homenaje.
Un regalo que no ilumina
Entonces, cuando el régimen presenta la reparación de una termoeléctrica como regalo para el Día de las Madres, no está rindiendo homenaje. Está dejando al descubierto su absoluta incapacidad de ofrecer algo mejor. Está reconociendo —aunque no lo diga— que lo que antes era cotidiano hoy se convierte en evento nacional. Y eso no enaltece a nadie, mucho menos a quienes cargan sobre sus hombros el peso de sostener familias en medio del desabastecimiento, la inflación y la desesperanza.
Este domingo, tal vez mamá pueda ver la novela sin que se apague el televisor. Tal vez. Pero incluso si eso ocurre, no será gracias a un “regalo” del régimen, sino al estoicismo de esas mujeres que, con o sin corriente, siguen adelante.