
El Hospital General Docente “Comandante Pinares” en San Cristóbal, Pinar del Río, ha sido reconocido por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud (SNTS) como Colectivo Vanguardia Nacional, un galardón que, según la versión oficial, destaca a la institución como un modelo de atención hospitalaria “a la altura de las necesidades del pueblo”. Sin embargo, la realidad en sus pasillos cuenta una historia muy distinta.
Lejos del discurso triunfalista, el hospital exhibe las cicatrices de un sistema de salud en decadencia: salas de maternidad con equipamiento obsoleto, falta de medicamentos esenciales, insuficiencia de personal médico y un deterioro estructural evidente. La proclamación de “Colectivo Vanguardia Nacional” parece más un intento desesperado por maquillar las grietas de un sistema que ha colapsado bajo el peso de la ineficiencia y la desidia gubernamental.
Los pacientes y sus familiares se enfrentan a interminables listas de espera, cirugías canceladas por falta de insumos y médicos agotados que deben improvisar tratamientos con recursos limitados. Mientras tanto, las autoridades del Ministerio de Salud Pública insisten en promover la imagen de un sistema hospitalario “a la altura de las necesidades del pueblo”, ignorando que las verdaderas necesidades están lejos de ser cubiertas.
En un país donde los hospitales otrora se jactaban de ser “potencias médicas”, hoy el “Comandante Pinares” se convierte en un triste símbolo del colapso sanitario de un sistema incapaz de sostener sus propias promesas. Y mientras el régimen reparte diplomas y reconocimientos, los cubanos continúan sufriendo las consecuencias de un modelo que, más que brindar salud, agoniza junto a sus pacientes.
¿Hasta cuándo seguirán usando galardones vacíos para disfrazar la realidad? ¿Y cuántas vidas más se perderán antes de que se reconozca el verdadero estado del sistema de salud en Cuba? La respuesta, como los medicamentos, sigue ausente.