Diaz canel en la feria del turismo

Con la guayabera impecable y el discurso reciclado, el mandatario cubano hizo su aparición estelar en la reciente Feria Internacional, ese escaparate global donde se supone que los países comparten cultura y comercio. Pero su participación no fue la de un jefe de Estado preocupado por el bienestar de su pueblo: fue el acto de un ventrílocuo que presenta al mundo un régimen en plena función propagandística, mientras la realidad interna se desmorona.


Un circo diplomático sin público crítico

Desde el podio de conferencias, el dictador pronunció arengas contra el “imperialismo”, alabó la “resistencia creativa” de la Revolución y ofreció su país como socio confiable. En las fotografías oficiales aparece rodeado de homólogos y empresarios de izquierda, todos sonrientes ante el objetivo. El mensaje: Cuba avanza, Cuba resiste, Cuba triunfa.

Sin embargo, tras bambalinas, la isla enfrenta apagones de hasta 20 horas diarias, colas interminables para productos básicos y una policía política que reprime cualquier voz disidente. Esa feria real —la de la miseria energética, la escasez de medicinas y la censura— no tuvo stand ni invitación.


El contraste entre el show y la crisis

  1. Promesas de inversión
    • En la feria: anuncios de proyectos turísticos y alianzas “beneficiosas”.
    • En la isla: hoteles de lujo terminados y hospitales sin jeringuillas.
  2. Discurso de dignidad
    • En la feria: defensa de la soberanía nacional.
    • En la isla: ciudadanos que no encuentran dipirona ni arroz.
  3. Retrato de unidad
    • En la feria: multitudes aplaudiendo consignas revolucionarias.
    • En la isla: familias sobreviviendo con remesas y mercados informales.

El resultado es una brecha insalvable: mientras el régimen vende “la marca Cuba” en pasarelas internacionales, dentro de la isla la calidad de vida se desploma.


Exportación de represión

La verdadera “exportación” cubana en esa feria no fue ron ni tabaco, sino un modelo de control social. Delitos de opinión, arrestos arbitrarios y vigilancia constante son las mercancías que mantienen el régimen a flote. Los asistentes extranjeros pueden haber visto un país cohesion ado, pero no percibieron las cámaras de video vigilando cada gesto ni las órdenes de arrestar a quien levante la voz.

En el stand oficial no se exhibió la lista de presos políticos, ni se ofreció un espacio para el testimonio de artistas censurados o profesores despedidos por pensar distinto. El dictador habló de colaboración, pero retiene pasaportes a médicos en el extranjero y encarcela a quienes piden medicinas.


Un espectáculo para la foto, una tragedia para el pueblo

Al final del día, la gira protocolar sirve a un único propósito: alimentar el ego de un líder que necesita la validación internacional para ocultar su ilegitimidad interna. La foto con otros mandatarios se viraliza, mientras en barrios populares la gente baldea escombros, busca agua y reza para que la luz regrese antes del amanecer.

La “Feria del Show” concluye con balances oficiales de cooperación y acuerdos de papel. Pero en cada hogar sin techo, en cada hospital sin insumos, en cada aula donde un profesor fue despedido por discrepar, se escribe la crónica de una tragedia que ni el mejor montaje propagandístico puede disfrazar.


Porque la verdadera feria cubana no es la de los stands internacionales, sino la de la supervivencia diaria. Y esa, lamentablemente, no requiere invitación diplomática.

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