
La noche del 28 de marzo de 2025 en Guantánamo comenzó como cualquier otra, pero terminó marcada por un acto de coraje que salvó una vida y conmovió a toda una comunidad. Un incendio en una vivienda de la calle Beneficencia, entre 3 y 4 Norte, puso en riesgo la vida de Lugerio Soto Lescaille, un trabajador de mantenimiento de la Escuela Provincial de Música, cuya valentía y determinación lo convirtieron en símbolo de amor paternal y supervivencia.
El fuego se desató repentinamente, consumiendo rápidamente la estructura de la vivienda. Entre el caos y el humo, una joven logró escapar por la parte trasera, pero Soto, sin saberlo, creyó que su hija seguía atrapada en el interior. Sin dudarlo, entró en la vivienda envuelta en llamas para buscarla, guiado únicamente por el instinto de un padre desesperado.
Sin embargo, el humo denso y las llamas lo vencieron. Soto perdió el conocimiento antes de poder encontrar a su hija, quien ya estaba a salvo en la calle, observando impotente cómo su padre quedaba atrapado entre las paredes de fuego.
El rescate: Un acto de valentía desinteresada
La llegada de los bomberos fue decisiva. En medio del clamor de los vecinos y el sonido de las sirenas, dos jóvenes rescatistas se adentraron sin vacilar en la vivienda en llamas. Cada segundo contaba. El calor era insoportable, el humo cegador y las llamas avanzaban rápidamente, pero la determinación de los rescatistas fue más fuerte.
Tras una búsqueda angustiante, lograron encontrar a Soto, inconsciente y con quemaduras visibles, pero aún con vida. En una maniobra rápida y precisa, lo sacaron del inmueble antes de que el fuego consumiera completamente el lugar.
Hoy, más de un mes después del incidente, Soto se recupera bajo el cuidado del personal médico y rodeado del apoyo de sus seres queridos. Su hija, que aún no supera el impacto de aquella noche, ha expresado públicamente su gratitud hacia los rescatistas que le devolvieron a su padre con vida.
Heroísmo cotidiano: El valor en los momentos más oscuros
El caso de Lugerio Soto no es un hecho aislado en Cuba, donde el heroísmo cotidiano de los ciudadanos y los rescatistas ha quedado demostrado en múltiples ocasiones.
En Holguín, un joven se lanzó sin pensarlo dos veces al interior de una vivienda en llamas para salvar a una anciana atrapada. Aunque logró sacarla con vida, él sufrió quemaduras graves en varias partes del cuerpo. En su comunidad, su acto fue reconocido como un ejemplo de altruismo y valor.
De igual modo, en Miami, el camionero cubano Rubén Eng protagonizó otro acto de valentía cuando, al detectar un incendio en su camión mientras abastecía combustible, decidió alejar el vehículo envuelto en llamas de la gasolinera, evitando así una tragedia mayor. Eng sufrió quemaduras leves, pero salvó muchas vidas con su rápida acción.
Agradecimiento a los héroes anónimos
En la historia de Lugerio Soto, los rescatistas jugaron un papel crucial. Sin su intervención rápida y decidida, el desenlace habría sido trágico. En un país donde los recursos son limitados y las condiciones de trabajo a menudo ponen en riesgo la vida de los socorristas, su entrega y profesionalismo son un recordatorio del sacrificio y la vocación que los impulsa.
Soto, por su parte, es ahora un sobreviviente, pero también un símbolo de la fuerza que puede emerger del amor incondicional de un padre. Un hombre que, sin dudarlo, se adentró en el fuego creyendo que su hija seguía atrapada, dispuesto a sacrificarlo todo para salvarla.
En Guantánamo, la comunidad aún recuerda aquella noche con una mezcla de temor y gratitud. Un incendio que pudo haber acabado en tragedia se convirtió en una historia de coraje, en un recordatorio del poder de los héroes anónimos y del vínculo inquebrantable entre un padre y su hija.