
Cuando uno entrena para la guerra y el otro entrena para la misa
Hay familias donde los hermanos se parecen, se visten igual, hasta terminan trabajando juntos. No es el caso de los Prevost.
Por un lado, Louis Prevost, veterano de la Armada de los Estados Unidos, hombre de disciplina, de barco, de madrugar sin quejarse. Por el otro, su hermano Robert Francis Prevost, hoy conocido mundialmente como el Papa León XIV, maestro de sotanas, latines y votos de pobreza (voluntarios, cosa que Louis nunca entendió).
Infancia compartida, caminos opuestos
Ambos nacieron en Dolton, al sur de Chicago, donde los fines de semana olían a misa y césped recién cortado. Crecieron en la misma casa, comieron en la misma mesa, pero cada uno entendía la palabra “servicio” de forma muy diferente.
Louis veía en el uniforme militar un deber. Robert veía en la túnica religiosa una misión. Louis aprendía a lanzar granadas; Robert, a lanzar bendiciones. Uno marchaba al ritmo del tambor, el otro al compás del Ave María.
La profecía familiar que se volvió broma… hasta que dejó de serlo
“Solíamos bromear con él sobre ser Papa, porque tenía una especie de santidad en su manera de ser”, confesó Louis. Claro, como no decirlo: el niño que no decía palabrotas, que rezaba por ti cuando perdías en el béisbol, que devolvía los vueltos exactos… ese no tenía escapatoria. Tarde o temprano iba a terminar en el Vaticano.
Louis, en cambio, no rezaba: hacía flexiones. Mientras uno recitaba el Evangelio, el otro recitaba el código de conducta militar. No es que fueran opuestos, pero digamos que si uno era incienso, el otro era pólvora.
8 de mayo: el día en que el hermano pequeño conquistó Roma (sin disparar un tiro)
Cuando la chimenea de la Capilla Sixtina soltó humo blanco y se anunció que el cardenal Robert Prevost sería el nuevo Papa, Louis estaba en Florida, en su retiro de veterano, seguramente frente al televisor con una cerveza en la mano y cero expectativa de que su apellido saliera en cadena internacional.
“Fue un shock, pero al mismo tiempo, sabíamos que esto podría pasar”, dijo, como quien ve a su hermano ganar un concurso de canto… solo que con mil millones de fieles mirando.
¿Qué se siente ser el hermano del Papa cuando uno sabe usar una M16?
Louis ha entrenado para muchas misiones. Pero esta —ver a su hermano convertirse en el máximo líder espiritual del mundo— no estaba en el manual de operaciones. ¿Cómo se saluda ahora? ¿Se le dice “Tu Santidad”? ¿O simplemente “Bob”? ¿Puede uno seguir ganando discusiones familiares cuando el otro tiene línea directa con Dios?
Del Pentágono al Vaticano: dos mundos, un apellido
Hoy, Louis vive en Port Charlotte, Florida, y admite con orgullo (y algo de incredulidad) que su hermano no solo fue ordenado, no solo fue obispo en Perú, no solo dirigió un dicasterio en Roma… sino que es el Papa. Él, que dormía en la litera de abajo. Él, que pedía permiso para usar el baño. Él, que jamás le ganó al UNO, pero ganó el cónclave.
¿Y ahora qué?
Louis planea viajar a Roma. “No sé si nos van a dejar verlo”, dice con resignación. Pero algo es seguro: ya puede presumir que en su familia hay uno que navegó océanos… y otro que navega los mares del alma.
Y aunque sus caminos fueron distintos, ambos terminaron al servicio del mundo: uno con botas de combate, el otro con sandalias de pescador. Porque si hay algo que une a los Prevost, es que nunca hacen las cosas a medias.