Tore K

n una Habana que se cae a pedazos entre apagones, escasez y discursos reciclados, la inauguración de la llamada Torre K ha causado más desconcierto que entusiasmo. Rodeada de solemnidad oficialista, palmas sudadas y aplausos que suenan más a protocolo que a emoción genuina, la ceremonia fue, según sus organizadores, “una celebración del sabor, la historia y la identidad cubana”.

Una afirmación que, por cierto, no estuvo acompañada de aclaraciones. ¿Se referían al sabor del cemento mal mezclado? ¿A la historia de edificios que se inauguran sin terminar? ¿O a esa identidad nacional que ya no sabe si está en construcción, en ruinas o en alquiler?

Un coloso para la burocracia

La Torre K —a la que muchos ya llaman, no sin sarcasmo, el monumento a la Krisis— se eleva majestuosa en un entorno de cables colgantes y cortes eléctricos. Es un edificio que busca el cielo, pero sus cimientos parecen anclados en la paradoja cubana: mucho de forma, poco de fondo.

Basta con mirar la fachada reluciente, el aire acondicionado que solo enciende cuando hay visita extranjera y la solemnidad con que se oculta lo esencial: no hay pan en la planta baja, ni respuestas en los pisos superiores.

¿Progreso o propaganda?

Un funcionario, de voz temblorosa y entusiasmo impuesto, se atrevió a calificarla como “un símbolo del futuro”. Pero no dijo de qué año. Y es que en Cuba, el futuro siempre parece una promesa que se aplaza, un horizonte que se estira como los discursos en las inauguraciones.

Mientras tanto, la gente —la verdadera gente— observa desde la acera con escepticismo. “Está bonita, sí… pero ¿hay pan en la planta baja?”, soltó un vecino, resumiendo en una sola frase la distancia entre el lujo de arriba y la necesidad de abajo.

Una metáfora en concreto armado

Más que un edificio, la Torre K es un síntoma. Un reflejo vertical de una nación atrapada en la contradicción de celebrar obras faraónicas en medio de carencias cotidianas. En su brillo artificial y su ascensor que solo funciona por protocolo, la torre no eleva al pueblo: lo observa desde las alturas.

Lo cierto es que, aunque muchos se preguntan si el nombre de la torre viene de Kuba, Krisis o simplemente de “¿Ké es esto?”, lo más probable es que se trate de otro intento por construir narrativas de éxito donde lo que hay es una necesidad de sobrevivir.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *